viernes, 13 de diciembre de 2013

EL POLLO VALLENATO, EL GRAN INNOVADOR

El Pollo Vallenato, el gran innovador
Con Luis Enrique Martínez, a quien conocí por intermedio de un pariente cercano de El Copey, César, tuve la oportunidad de compartir cuando adelantaba mis estudios de bachillerato en Medellín donde se encontraba realizando unas grabaciones musicales, oportunidad que aproveché para que me hiciera un recuento de su vida musical, tomando como partida Los Haticos, un corregimiento Fonseca, donde nació en 1923. 
Comentó que a su padre, Santander Martínez, quien combinaba el oficio de hacer techos de palma, con el de  acordeonero, lo acompañaba con las maracas o con el redoblante en las alegres colitas.  En Fundación donde lo llevo su madre Natividad Argote en busca de las nuevas oportunidades que le podría brindar la bonanza bananera, se especializó en aserrar madera, actividad que alterno con la música. Allí aprendió del acordeonero Pacho Rada. Sus conocimientos musicales los perfecciono con los músico de la Provincia, al lograr cierta notoriedad se dedicó a este nuevo oficio que ejercía donde lo solicitaban. Fue así como llegó al Banco-Magdalena donde conoció a Juan Madrid quien lo enseñó a cantar y a acompañarse con la guitarra.
Luis Enrique Martínez, de estilo inconfundible por sus notas picantes y lucidas, que adornadas con su digitación asombrosa producía versos mordaces y en ocasiones versos sensibles.  Le decían el Pollo Vallenato porque se asemejaba en las parrandas a un gallo fino que nunca pierde una pelea. Seguro de vencer en las piquerias, compuso la canción desafiante "El pollo Vallenato":
"Oigan muchacho, yo soy Enrique Martínez/que nunca tiene miedo si se trata de tocar/Luis Martínez es el “El Pollo Vallenato”/y es candela lo que van a llevar".

 
Rafael Escalona años después también tomó la figura del gallo fino, para motivar la campaña presidencial de Alfonso López Michelsen, comparando las concentraciones de gallos con las contiendas políticas de los candidatos y compuso el paseo "López es el pollo",  "El Partido Liberal tiene el hombre/en la plaza de Bolívar se grita/López es el Pollo, López es el Gallo/el Presidente que Colombia necesita".
Siempre se recuerda con nostalgia las melodías de antaño, Luis Enrique interpretaba el son de Pacho Rada, el paseo y el merengue de los músicos de su tierra y sus obras musicales que emergían de sus vivencias. Es Imposible olvidar la puya "Francisco el Hombre",  que le compuso a este legendario acordeonero que conoció en Machobayo, un caserío cercano a Riohacha. También aprendió a tocar la cumbia con Andrés Paz, autor de la  melodía de "La cumbia cienaguera" a la que le hizo los arreglos musicales y la grabó en 1951 con un novedoso acordeón de tres hileras. Esta cumbia considerada por la Sinfónica de Londres como una de las grandes obras populares del mundo, fue presentada en Suecia con ocasión de la entrega del premio Nobel de Literatura a Gabo.
Fue uno de los primeros músicos  que grabo composiciones vallenatas, en ellas se destaca las figuras que creaba con los bajos, diferente al marcante tradicional de sus antecesores, esta genialidad y versatilidad engrandeció nuestra música. Las interpretaciones de sus canciones siempre llevaban una introducción melodiosa y mantenía la misma tonalidad en su acordeón, aunque pasara de una hilera a otra.
Este Rey Vallenato que se destacó como acordeonero, cantante, compositor y verseador, dejó un legado inmenso.  Sus interpretaciones son la sublime conjugación de los instrumentos con el cantante. Sus innovaciones gestaron una escuela con muchísimos seguidores, donde  los bajos  armonizan y enaltecen las melodías.
  
Luis Enrique  lo dice en su composición El gallo jabao:
 "Soy el gallo peligroso con la espuela (los bajos) y con el pico (los pitos)"
"Oigan muchachos, oigan la nota como toca el Vallenato"


Por Ricardo Gutiérrez Gutiérrez

ASI COMENZO DIOMEDES

Por Julio Oñate M.


En los comienzos de la historia festivalera las compañías productoras de acetatos mostraban gran interés por grabarle a los acordeoneros que se coronaban como reyes vallenatos, caracterizados por su gran solvencia artística, no solo con el acordeón sino también cantando lo que ellos componían.
En esta forma la disquera Codiscos de Medellín se interesó en 1976 por Nafer Durán, el nuevo soberano del tres coronas.
El trajín del festival y una afección en la laringe le dificultaban a Naferito enfrentar este compromiso, comenzando entonces a ensayar su repertorio con la voz del atanquero Pacho Mindiola, un cantante aficionado que en ambientes de parranda impresionaba por su recio timbre y afinación.
Los ensayos  avanzaban y cualquier día recibió Nafer la visita de Emilio Oviedo acompañado por un muchacho flacuchento, de aspecto humilde, estrambóticamente engafado, muy locuaz que irradiaba gran simpatía.
Se llamaba Diomedes Diaz y era el autor del paseo “Cariñito de mi Vida” que Oviedo tenía pegado con la voz de Rafael Orozco, y que afanosamente buscaba un acordeonero con quien grabar. Ante la insistencia de Oviedo para que hicieran pareja con el argumento que era la gran revelación del vallenato, Naferito con su inmensa honestidad condicionó alguna posibilidad de grabar con “el engafao”, si su amigo Pacho Mindiola declinaba en el proyecto que tenían.
De manera gallarda y generosa Pacho dejó en plena libertad a Nafer y así orientado por  “El Comandante” se fue con su flacuchento para Medellín.
Nafer cantaría cuatro temas y Diomedes ocho, pero la afección del Rey no disminuía y el novel vocalista se despachó todo el repertorio. Con el conjunto de Oviedo, guerrita (caja), Virgilio (Guacharaca), Chide Torres (bajo), Julito Morillo (coro), Adalberto Orozco (cencerro) y Oswaldo Bolaño (conga) y bajo su dirección en cuatro días quedo listo el L.P.
Acordeonero y cantante recibieron cada uno trescientos mil pesos y treinta y seis mil pesos los acompañantes.
El día que concluyeron, emocionado y nervioso Diomedes se dejó caer, él solo, un garrafón de aguardiente y cargado fue llevado a su habitación, repitiendo constantemente: “ya soy un artista”, “ya soy un artista”.
Nafer vivía en El Paso y cuando el disco llegó a Valledupar, ni se percató, el celular aun no repicaba por aquí y no tuvo ningún festejo con su compañero, a quien solo volvió a ver muchos años después. 
Este fue el inicio de una grandiosa carrera llena de tropezones y accidentes de todo calibre, pero que hoy muestran a Diomedes Díaz con un halo de grandeza similar a muchos ídolos de la música popular, llegando a representar para el vallenato, lo que para la salsa Héctor Lavoe, para el son cubano Benny More, para el rock Elvis Presley y para la música del Caribe Joe Arroyo.
¡Los genios nacen, no se hacen!


sábado, 9 de noviembre de 2013

PATILLAL Y SUS COMPOSITORES


Muy cerca a Valledupar está Patillal, un pueblo tranquilo habitado por agricultores, ganaderos y poetas, que no sólo es un remanso para el fatigado citadino sino un potosí de sorpresas agradables por la calidad humana de sus habitantes. Para ellos un generoso corazón es suficiente. Cuando están fuera de su tierra se tornan melancólicos, la añoran siempre, ella es su felicidad.

Cuando evoco recuerdos, siempre están presentes esos ratos inolvidables que he disfrutado en Patillal, despertando enormes sentimientos que contagian mi espíritu y me enseñan a querer a ese bello y apacible terruño. Allí, la ternura de los enamorados da fuerza y motiva la construcción de bellas melodías impregnadas de contenidos poéticos. Las obras musicales de sus compositores son bellas descripciones de un paisaje, una historia o un amor.

Escuchar algo de esa tierra y de sus habitantes, emociona al sentir el aroma de calma y tranquilidad de ese mundo mágico que ha creado su gente atenta y cariñosa. Ellos sienten devoción por el romanticismo, la prosa fluida, las buenas costumbres, el respeto hacia los demás y por su patrona, la virgen de las Mercedes.

En Patillal, siempre hay corazones amables que trasmiten confianza. Atienden con goce especial a los visitantes, actitud propia de almas nobles. Llevan la música en su sangre, no sorprende que un verso se acompañe siempre de bellas melodías. Esa es la cuna de Rafael Escalona, Freddy Molina, Octavio Daza, Beto Daza, Chiche Maestre, José Hernández Maestre, Cocha Molina, Chema Guerra, del poeta Chema Maestre y de un sinnúmero de personajes que le han dado gloria a nuestra música.

Ir a Patillal es disfrutar las alegrías elementales de la vida y conocer la motivación o vivencia de los compositores para hacer sus canciones. La canción "Los novios" ( " ya nos queremos, ya nos amamos ¡ viva el amor ! vivan los novios cuando se aman de corazón" ) fue compuesta por Fredy Molina a su enamorada Carmen Cecilia Maestre y grabada por Alfredo Gutiérrez. Esta obra es una de las canciones que marcaron un hito, por la creatividad del compositor, la magistral interpretación de Alfredo Gutiérrez y el interés que despertó a nivel nacional escuchar la música vallenata.



Otro compositor patillalero, que merece una mención especial por su canción "Río Badillo" ,ganadora del Festival de la Leyenda Vallenata en 1978, grabada por los Zuleta y por Claudia de Colombia, es Octavio Daza. Él, cuando era Secretario de obras Públicas de Valledupar, tuvo que ir a inspeccionar unas obras civiles cerca al río Badillo. Sabía que dicha visita le tomaba poco tiempo y aprovechó la oportunidad para invitar a su enamorada. En una camioneta Dodge, con caja automática, salió muy temprano. Después de culminar su misión se fueron a bañar a ese precioso río de aguas cristalinas. El ambiente transcurrió con alegría, retozando en el agua fría que de la Sierra Nevada bajaba. Pasaron las horas, cuando quisieron regresar, Octavio trató de encender el vehículo, pero como el radio había estado sintonizando las emisoras locales, se agotó la batería. Intranquilo buscó soluciones sin encontrarlas. Era una vía poco transitada y allí, entre el golpeteo de la corriente con las piedras, las chicharras y los animales que fueron apareciendo en la oscuridad de la noche, no tuvo otra opción que esperar el nuevo amanecer. Esa circunstancia generada por un obstáculo fortaleció un romance que dio origen a esta bella canción que ha engrandecido nuestro folclor.

La letra de la canción lo dice todo:

"El río Badillo fue testigo de que te quise/en sus arenas quedo el reflejo del gran amor/de una pareja que allí vivió momentos felices/y ante sus aguas juró quererse con gran pasión"
Por: Ricardo Gutierrez.









EL VIEJO MIGUEL



Por Ricardo Gutiérrez


El Cerro de Maco que hace parte de los Montes de María, es el eterno vigilante y la fuente inspiradora de la riqueza creativa de los Sanjacinteros, cuyos primeros pobladores, la cultura Zenú se caracterizaron por su laboriosidad e ingenio en la agricultura, las artes y en el tejido de hamacas. Esa topografía favorece un clima que influenciado por los vientos alisios, facilitan las reuniones donde los músicos haciendo gala de su herencia ancestral construyen preciosas obras musicales. Los Farotos con sus danzas, evocan a los indígenas que se disfrazaban con el vestuario de sus mujeres, para protegerlas de los españoles que las asediaban. Según la tradición el Mama, adornado por llamativos colorines que baila en medio de dos filas, lleva un perrero para darle al bailarín que no lleve el ritmo.


En ese ambiente innovador, Los gaiteros de San Jacinto, han conservado la música tradicional de gaitas y tambores heredada del mestizaje indígena. El acordeón llegó producto de la integración comercial y cultural e incorporó a la música nativa, los ritmos europeos, los ritmos cubanos y mejicanos. Al integrarse con el tambor y las gaitas, gestó un ritmo parecido al vallenato que lo llamaron "son", que eran canciones sin identificación de ritmos. Producto de esta integración fueron acogidas las creaciones, motivando la producción de las " gaitas " que también llamadas "cumbias". Exponente destacado fue Andrés Landero quien inicialmente fue un versado gaitero que aprendió los secretos del acordeón, utilizando sólo tres dedos.


En San Jacinto, en ese ambiente de comercio y de música se gestaron los amores de Miguel Pacheco Blanco y Mercedes Anillo, padres de Adolfo, quien además de ser compositor de La Hamaca grande, El viejo Miguel, El mochuelo, Mercedes, y muchas más, es un distinguido abogado, graduado a los 43 años en la Universidad de Cartagena después de muchas vicisitudes.


Miguel fue un campesino humilde muy inteligente, de piel morena por eso le decían " El mojino", descendiente de raza negra, por parte de su bisabuela Crucita Estrada, casada con el Ocañero Laureano Pacheco. El disfrutaba con la banda del pueblo su canción preferida: "El perro de Petrona" y compartía con su amigo Toño Fernández, alma de los Gaiteros de San Jacinto, quien igual que Teófilo Mendoza, le puso letras a las gaitas. A Miguel no le gustaba que Adolfo se dedicara a la música, consideraba que era “una perdición".


Mercedes era descendiente de judíos, cantaba en reuniones familiares y apoyaba las inquietudes musicales de Adolfo. Miguel tenía un salón de baile llamado El Gurrufero, sinónimo de caballo descuidado, que ofrecía grandes festines con la música que traía de Barranquilla, igual lo hacía en su Caseta "San Andrés" donde presentaba conjuntos musicales.


Mercedes murió dejando a Adolfo de nueve años, partida que puso a Miguel frente a un gran desafío, pero sucumbió ante el alcohol y aunque la muerte jamás lo separó de Mercedes, le parecía que sólo era un sueño y que los sueños no tienen distancia. Sintió como la soledad y la tristeza invadieron su corazón, se desanimó y al abandonar sus negocios, se fue a la bancarrota.


En el merengue "El viejo Miguel" Adolfo describe cuando su padre salió de San Jacinto, desconsolado, a vivir a Barranquilla: "Buscando consuelo/ buscando paz y tranquilidad/el Viejo Miguel del pueblo se fue muy decepcionado”.




LA TIA GUECHA, LA PARTERA DEL CACIQUE



“Mi papá es un hombre sano que vive allá en Carrizal
Carrizal es una finca, que está cerca de La Junta, la Junta es un bello pueblo adonde nació Diomedes, donde todo el mundo me quiere y me aclaman cuando llego”.
(Fragmento de canción “A mi papá”. Autor e intérprete: Diomedes Díaz Maestre)


Eran las 4 de la madrugada del domingo 26 de mayo de 1957 y en esa casa de paredes rústicas de tierra roja -rellenas de argamasa mezclada con el poco cemento que la miseria permitía disponer- se vivía la tensión propia de un parto y, peor aún, del de una mujer primeriza en las lides de traer hijos a este mundo.

-”Ve, Vila, aguantá, aguantá”, le decía Gregoria Maestre Hinojosa, “Tía Guecha”, a su hermana Elvira Antonia. Para ese momento la embarazada llevaba varias horas de fuertes dolores abdominales que la estaban desgastando más allá de lo que su delgada y frágil contextura permitía, pues ella se levantaba del piso poco menos de 1.60 de estatura, pesaba 55 kilos y su cuerpo era más delgado de lo normal. Eso sí, tenía una voluntad de lucha inversamente proporcional a su constitución física que le permitió combatir para lograr favorecer a cada uno de los hijos que poco a poco le fueron llegando, hasta completar los 11 que trajo al mundo.

-”¡Guecha, Guecha, ay no puedo, Guecha!”, le repetía Vila.
-”Tu podeí, mana, ¡ánimo!”, le respondió.

Las dos hermanas eran parte de la docena de hijos que tuvo la unión entre un emigrante español de comienzos del siglo XX, Manuel José Maestre y la indígena guajira Eufemia Hinojosa, “Mamá Pema”. Pareja que un día decidió irse a vivir merodeando en su trasegar residir por los lados de La Junta, La Peña y otras poblaciones vecinas del sur de La Guajira. Todo hasta cuando tuvieron para compararse un pedazo de tierra.

Guecha asistía a su hermana para que la llegada de su primer embarazado se diera lo mejor posible y así pudiera prolongar la estirpe.

-”Me duele mucho, Guecha”, le replicaba la conviviente de Rafael María Díaz Cataño, un pobre campesino jornalero que por andar trabajando tanto no estaba al pendiente del nacimiento del que sería el mayor de sus hijos y, con el paso de los años, el más famoso cantante de vallenato jamás nacido en Colombia, Diomedes Díaz Maestre.

Los hechos sucedían en la Finca Carrizal, una pedazo de tierra que se levanta en la cumbre de un pequeño cerro distante a 10 minutos del parque principal del corregimiento de La Junta, jurisdicción del municipio de San Juan del Cesar (La Guajira), norte de Colombia. Tierra pobre, poblada desde hace varios siglos por etnias indígenas descendientes de la tribu Wayuu, asentada principalmente en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta.

La partera hacía su oficio ayudada solo por Guecha. Encima de la cama dispuso el aguamanil y uno que otro trapo con que limpiaría al bebé recién nacido una vez Vila pudiera dar a luz.
No eran las 5 de la mañana cuando la mujer sintió cómo de sus entrañas salió el fruto de su amor.

El bebé lo recibió la partera y acto seguido se lo pasó a Guecha, que mojó de inmediato el trapo blanco de algodón que tenía en su mano y que sumergió en una olla de agua panela para empezar, luego, a darle gotitas escurridas en la pequeña boca del que sería el hijo más querido de La Junta, su pueblo.

“Yo fui la que paladeé a Diomedes Díaz, él me quiere porque sabe que yo lo cargué casi al momento de nacer”, dijo Guecha que vive en la zona del Hatico, en la finca que dejaron los abuelos papa Goyo y mama Pema y que el propio Diomedes Díaz ha ido arreglando poco a poco, hasta convertir lo que era una choza en una casa de doble planta, con confortables habitaciones aunque aún hoy por concluir.

Nacido el infante, la mañana de ese mismo domingo arribó su papá, Rafael Díaz, acompañado de el “Mono” Fragozzo, uno de los más destacadas acordeoneros de la zona a mediados del siglo pasado.
Allí, en ese cuartito pequeño, “el mono” tocó el acordeón al que bautizarían como Diomedes, gracias a que a su mamá se le ocurrió consultar el “Almanaque pintoresco de Bristol” y se encontró con el singular nombre.

“Ellos tocaron “el amor, amor”, yo estaba ahí y lo escuché, pero es mentira de eso que dicen que el pelado dizque abrió los ojos... ¡Paja!, !pajarilla de la buena! ese pelado estaba era más dormido que esos osos que dicen que comen una vez y duermen como seis meses...”

Por: El Espacio.

miércoles, 23 de octubre de 2013

SALUDOS VALLENATOS: APOLOGIA DEL DELITO, PERO NO ES CONDENABLE

domingo, 6 de octubre de 2013

DIEZ AÑOS SIN `COLACHO´ MENDOZA, PRIMER REY DE REYES VALLENATO


Los puristas, los conocedores y hasta los simples gustosos de música de acordeón de nuestro país, siempre tuvieron la certeza de que Nicolás Elías Mendoza fue el más auténtico de los intérpretes del vallenato.
‘Colacho’, como era conocido en todas las comarcas, jamás atropelló las tradiciones del reino de Francisco ‘El Hombre’, no obstante haber sido compañero de encumbradas luminarias, eminentemente comerciales como Poncho Zuleta, Jorge Oñate, Diomedes Díaz y Silvio Brito.
Fue fiel a la más genuina expresión del vallenato y no se dejó arrastrar por la ola comercial del momento. Sin embargo, Jamás gozó de la aceptación unánime que identifica a los ídolos. Y como ejemplo recordemos que las dos veces que salió triunfador en el Festival de la Leyenda Vallenta (1969 y 1987), el público protestó en forma airada, con pedradas a bordo.
Lo curioso del caso es que todos reconocían su calidad y su don de gente. Pero así son las cosas. Así es la vida, ‘Colacho’, le decían sus amigos más cercanos.
Autor de bellas piezas como La junta de La Peña, Alma consentida y Matilde, Nicolás Elías había nacido el 15 de abril de 1936 en Sabanas de Manuela, corregimiento de San Juan del Cesar, sur de La Guajira, en el hogar conformado por Julio Mendoza Mejía y Juana Daza Manjarrés.
Cuando contaba 12 años sus padres se mudaron a La Jagua del Pilar. Fue allí donde aprendió a tocar el acordeón, y donde Rafael Escalona lo conoció y lo convirtió, primero en el difusor de su música, y más tarde en su amigo del alma.
‘Colacho’ murió a los 67 años, el 27 de septiembre de 2003, en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica del Cesar, tras soportar tres infartos en el corazón.
Al acetato
‘Colacho’ creció escuchando las canciones de Fruto Peñaranda, un anónimo juglar fonsequero que andaba de pueblo en pueblo cantando a cambio de ron. El acordeón lo aprendió a tocar de manera empírica, atraído por las notas de Luis Enrique Martínez.
Por insinuación de Rafael Escalona, en la primera mitad de los 60, las guitarras de Bovea y sus vallenatos se fusionaron con el acordeón de Nicolás Elías para lanzar al mercado dos long plays prensados por el desaparecido sello Tropical. Ambos discos contenían, en su totalidad, canciones de Escalona.
Fueron 21 temas en los que se escucharon el fuelle de ‘Colacho’ junto a las cuerdas de Julio Bovea y Ángel Fontanilla, y la voz de Alberto Fernández. Más tarde, ‘Colacho’ grabaría con su conjunto, integrado por el cajero Cirino Castilla y el guacharaquero Adán Montero.

Sus duplas de oro
Fueron muchos los trabajos discográficos que ‘Colacho’ elaboró con cantantes de gran reconocimiento. Con Poncho Zuleta publicó el elepé Una voz y un acordeón.
Una vez finalizada su fugaz sociedad con Poncho, ‘Colacho’ se unió, a finales de 1975, con Joege Oñate, que venía de escribir un memorable capítulo en la historia del vallenato, con Los Hermanos López.
‘Colacho’ y Oñate produjeron para la CBS seis discos de larga duración que incluyeron 72 canciones. Se separaron en 1977.
Al año siguiente, también en la CBS, se unió a Diomedes Díaz y construyó una extraordinaria discografía, con canciones inolvidables incluidas en ocho discos de larga duración.
Al concluir su ciclo con ‘El Cacique de La Junta’, ‘Colacho’ realizó un par de LPS con el cantante de la voz diáfana: Silvio Brito.

Sus últimas producciones
En sus últimos años, ‘Colacho’ publicó un disco con Pedro García y nueve con Ivo Díaz. Aunque esas grabaciones tuvieron poca difusión en las emisoras, los coleccionistas valoraron su ejecutoria. Pero ‘Colacho’ siempre lamentó el hecho de esos trabajos, realizados con rigor, no tuvieron difusión en la radio. “Todo por la bendita payola”, decía. Sus allegados le respondían: “Tranquilo, ‘Colacho’, así es la vida”.

Algunos éxitos con su acordeón 
Con Poncho Zuleta grabó Norfidia y El villanuevero; con Jorge Oñate grabó Ausencia, Igual que aquella noche y Después de viejo. Con Diomedes Díaz, El gavilán mayor, Tu serenata, Fantasía y Mensaje de Navidad, y con Silvio Brito, La diosa coronada.


Sus coronas en el Festival
Valledupar vio coronar a ‘Colacho’ en el Festival de 1969. Las opiniones sobre su triunfo fueron divididas, al igual que en 1987, cuando triunfó en el primer Rey de Reyes. En aquella ocasión su gran adversario fue Alejandro Durán, quien se auto-descalificó al decir: ‘Puebo, me equivoqué: perdí”.
El 27 de septiembre se le hizo una ofrenda floral a ‘Colacho’, con ocasión del aniversario de su muerte.

Por Fausto Pérez Villarreal

sábado, 21 de septiembre de 2013

ALICIA ADORADA



 Años después de la frustrada presentación de Juancho Polo en el Festival de la Leyenda Vallenata en 1972, en el que no alcanzó a llegar a la final, pude  constatar que este legendario acordeonero y compositor, se inscribió nuevamente  en 1975 ante  la oficina de Turismo del Cesar, entidad que en aquel entonces organizaba el Festival Vallenato, para participar como acordeonero profesional  el 28 de abril de ese año,  en la Plaza Alfonso López, pero como no podía  llegar en esa fecha, sino al día siguiente, les comunicó a los organizadores  por medio de un telegrama: “Imposible viajar, sigo esa" Juancho  Polo.

Esta lacónica comunicación me motivó a indagar lo relacionado con la  personalidad y los aspectos de la vida de este humilde hombre que con su  vivaz  inteligencia compuso canciones en las que no sólo narraba lo que le  acontecía a través de asombrosas melodías sino que nos  transporta al  escucharlas a un mundo  más allá de lo material.

No fue fácil penetrar en ese universo fantástico de este músico por la  poca información que se tiene recopilada y por su personalidad uraña que  hacían  difícil conocer sobre sus asuntos.

Por tal razón tomé la decisión de viajar a Flores de María, hoy día  corregimiento del municipio de San Ángel (Magdalena) donde Juancho fue llevado  por sus padres pocos días después de su nacimiento en 1918 en Concordia  (Magdalena).  Ellos, buscando tierras nuevas para cultivos, se trasladaron  a esa rica región conocida en aquel entonces como La Montaña.

Su nombre de pila era Juan Manuel Polo Cervantes, pero ya mayor le  decían Valencia por ser seguidor insigne del poeta payanés Guillermo León  Valencia.

En Flores, después de indagar, pude constatar que Juancho hijo único,  contrario a lo que siempre se ha dicho, aprendió a leer y escribir allí,   con las maestras Ana Cabas, Josefa Valera y Anaul Moreno.

Es inaudito afirmar que un hombre iletrado sea capaz de componer una canción  como "Mujer de adorado pelo" cuyo verso inicial dice:

Mujer de adorado pelo/Y de sonrisa de Aurora/Dime si el sol te enamora/Para  bajártelo del cielo.


El que era un niño introvertido aprendió a tocar sólo el acordeón, así  poco a poco fue conociendo los vericuetos del  instrumento que años  después sería su único compañero en las buenas y en las malas.

Pronto armó su conjunto e inició presentaciones en las fiestas patronales. Con el acordeón le llegaron sus composiciones que se caracterizan  por  un estilo propio, algunas de contenido relevantes, otras compuestas de acuerdo a su estado anímico y al grado de beodez en que se  encontraba.

En el ocaso de su vida se caracterizó por encrucijadas emocionales   generadas por parrandas interminables y francachelas las que  labraron en él una situación personal difícil afectando  su endeble físico  y mancillando además su reputación por las continuas trifulcas que  constantemente creaba,  propia de su dependencia alcohólica y del ambiente que frecuentaba.

Este recorrido tortuoso de senderos enredados en busca de la calma, se  acentúo con la muerte de su esposa Alicia Cantillo cuyo deceso le produjo un   dolor profundo el cual plasmó en una de las más bella canciones  vallenatas "Alicia adorada", grabada como un lamento por Alejo Durán,  en dónde conjuga impotencia, angustia, sufrimiento y la nostalgia que inmisericordemente lo laceraba.

Después de este duro golpe nunca se levantó, ya no tenía una razón para  vivir, era  imposible soportar esa pena, ella era su sol radiante no una  nube pasajera más, esta pena le desbordó el alma y lo aniquiló.

"Como Dios en la tierra no tiene amigos /Como  no tiene amigos  anda en el aire /Tanto le pido y le pido ay hombe y siempre me manda mis  males /Se murió mi compañera que tristeza /Alicia mi compañera que dolor /Y  solamente a Valencia, ay hombre /el guayabo le dejó"



Por Ricardo  Gutiérrez

viernes, 20 de septiembre de 2013

EL HOMBRE QUE HIZO LLOVER PLATA


Fernando Navarro Navarro es recordado por lanzar, desde una avioneta, dinero en una corraleja.

Fernando Navarro Navarro desconocía la historia que dio origen al libro  El hombre que hizo llover coca, pero, cuando le contamos, dejó escapar una leve sonrisa y, apretando los dientes, aseguró: "Aunque no fue coca, yo lo hice primero". 
Sentado en una mecedora, en la sala de su casa del barrio Manizales, de San Pedro (Sucre), este hombre, nacido hace 71 años, es el más recordado por estos días en la vecina población de Sincé, su tierra natal.
El mayor de tres hermanos, hijo de Miguel -soldador de Ecopetrol en Barrancabermeja- y Ena, cierra los ojos y traslada su mente a 1974, una década después de haberse iniciado en San Pedro como algodonero, en medio de la bonanza que después llenó de trabajo y prosperidad a ese municipio sucreño. 
 "Me iba bien. Llegué a tener 350 hectáreas sembradas y a contratar hasta 1.000 personas para recoger la mota. En mi campamento, en la algodonera Niza, había de todo, y logré sacar 765 toneladas en un año.
No eran mis tierras, eran arrendadas, pero el negocio marchaba firme. Entonces, quise cumplir mi manda (promesa) a la Virgen del Socorro, patrona de Sincé, de regalar una tarde de toros si me iba bien". 
El domingo 22 de septiembre de 1974 le fue entregada la tarde de toros, la quinta de seis, a 'Don Fernando', apodado el 'Triple' porque había sido presidente del Comité Algodonero local, del club de Leones y del Directorio Liberal municipal.
"Quince días antes me fui a Cereté (Córdoba) y compré 40 toros criollos y de media casta por 400 mil pesos, 30 cajas de whisky, 50 cajas de ron Tres Esquinas, cigarrillos y mandé a estampar 300 camisetas blancas con letras verdes y el nombre de mi finca: Hacienda Las Palmas".
Recuerdos de una promesa
Observa una foto suya de 1972, montado en su 'John Fu', nieto de 'Don Danilo', el caballo más famoso que ha existido en Colombia que, asegura, era de los Ochoa de Medellín. Una semana después, mientras tomaba un tinto de madrugada, se le ocurrió ponerle nombre a la tarde que proyectaba: 'La corrida del recuerdo', porque sería algo fuera de lo común. 
Se subió a su camioneta International y fue a un banco de Sincelejo a cambiar 10 mil pesos en efectivo por billetes de un peso. En cinco bolsas de manila se llevó el dinero, todo nuevo, de regreso a San Pedro.
Antes, en la capital sucreña, se detuvo en una imprenta y mandó a elaborar unas tarjetas de invitación para la recepción previa a la corrida, en la finca de Eugenio Felipe Merlano, amigo suyo, miembro del Partido Conservador y presidente de la junta organizadora de las fiestas.
Y esperó a que le entregaran un sello que aún conserva: 'Fernando Navarro Navarro, Sincé, septiembre 22-74'.  Durante varios días, en su habitación, acompañado de su esposa, Nelsy Álvarez y de un círculo de amigos cercanos, sellaron los billetes sobre la imagen de Simón Bolívar. 
"El día antes de la corrida, el sábado, bien temprano -dice-, me fui hasta la pista y hablé con dos capitanes amigos, Jaime Garzón y Carlos Anaya, que pilotaban avionetas de fumigación. Les conté mi plan y me hicieron el favor sin cobrarme un peso.
Esos 10 mil pesos ahora serían unos 20 millones". 
Navarro no se arrepiente
Ese 22 de septiembre, el algodonero se levantó una hora antes de lo habitual, a las cuatro de la mañana, en Sincé, donde permanecía desde el comienzo de las fiestas.
Quería supervisar los preparativos. Una hora más tarde, un bus contratado, con la Banda 8 de Septiembre tocando a pleno pulmón en su interior, despertó al pueblo y prolongó la parranda para aquellos que no habían ido a dormir.
El ron corría. El locutor Juan Severiche, contratado por mil pesos para que relatara por Transmisora Sucre  de RCN 'la corrida del recuerdo', narró esa madrugada.
No lo pudo hacer en la recepción para 200 personas de esa mañana, pero desde primera hora de la tarde estaba al aire en la corraleja, armada en la plaza principal. 
 "Me ubiqué en un palco -recuerda Navarro-. En el primer piso, como con 200 personas, entre ellas mi esposa y tres hijos, además de mis amigos cercanos e invitados especiales, como Arturo Cumplido, famoso ganadero de la época. La corraleja estaba llena, con unas 8.000 personas en los tres pisos.
Yo me tomaba mis tragos de whisky, pero de manera moderada, porque quería ver divertirse a la gente". 
En la arena se lucían célebres toreros de la región: el 'Loco' Ramos, el 'Cuarto bate' y el 'Negro' Rocha. Los manteros hacían de las suyas y los jóvenes se lanzaban al ruedo para impresionar a las muchachas. La música sabanera se escuchaba en todos los rincones del pueblo, en especial el porro Fernando Navarro, de autoría del maestro Demetrio Guarín.
Como a las 3 de la tarde, de manera sorpresiva, dos avionetas volaron a ras de la corraleja y lanzaron los billetes: la plaza quedó alfombrada, los aficionados se lanzaron a recogerlos y un toro casi mata a un joven de Betulia, de apellido Cantero.
No habían terminado de recoger los billetes, cuando, nuevamente, aparecieron las avionetas y arrojaron una nueva tanda. La lluvia, que el músico 'Chico' Cervantes consideró arriesgada en la transmisión radial, se repitió varias veces.
Navarro no se arrepiente, aunque asegura que no lo haría otra vez. Muestra un recibo de gas que le llegó por casi 40 mil pesos, mientras va al patio de la casa, donde viven 20 pájaros, 17 morrocoyos, 2 guacharacas, 2 cotorras y 2 patos.
"Soy feliz en compañía de mis 12 hijos y 22 nietos", sostiene el hombre que, en 1980, se retiró del algodón, sin dinero por las malas cosechas y la eliminación del estímulo a la exportación en el Gobierno de Alfonso López.
"No es, como dice mucha gente, que yo me quedé sin plata por esa locura. No, fue por la mala política del Gobierno contra los algodoneros -y otra vez cierra los ojos y se transporta a ese 22 de septiembre de 1974-. Así quería yo que mi tarde de toros se recordara, y la recuerdan, aunque no finalizó, porque mis opositores conservadores (los laureanistas), que mandaban en el pueblo, la suspendieron. Regresé con mi familia de inmediato a San Pedro, por la trocha de 22 kilómetros, a dormir. Todavía, en San Pedro y en Sincé, cuando camino, veo que muchas veces me señalan como 'el hombre que hizo llover plata'".

Estéwil Quesada Fernández
Enviado Especial de EL TIEMPO 
San Pedro (Sucre).

viernes, 23 de agosto de 2013

EL CORREDOR MUSICAL MAS GRANDE DEL VALLENATO

De las dos codilleras que conforman el Valle del Cacique Upar, la que más aporte le ha hecho a la música es la Serranía de Perijá no solo la nevada es del valle, (debería decirse Sierra Nevada del Cesar).
Un valle es una porción de tierra plana rodeada de montañas y  bañada por uno o varios ríos que es nuestro caso, algunos se preguntan ¿porqué ‘San Juan del Cesar’, si es Guajira? 

El río Cesar nace en la cabecera de Guayacanal, La Guajira, Sierra Nevada (debería decirse Sierra Nevada de La Guajira) y así la gente se despistaría menos. El departamento del Cesar toma el nombre de este río que nace en La Guajira y recorre todo el valle, San Juan del Cesar es porque  queda a la orilla del  río Cesar. 
Las dos cordilleras se abrazan en Hato nuevo, formando así la hoya del Cesar. Hay resguardos wayuú que son vallenatos a la altura de Distracción y Fonseca. Todos los pueblos bañados por el río Cesar y dentro del plano que custodian las dos montañas, son vallenatos, hablo  desde Hato Nuevo a Mariangola y del Plan a Patillal.
La Nevada, por la presencia indígena permitió menos colonos que el Perijá ésta con pocos indígenas fue colonizado y por eso allí se dio el mayor número de artistas convirtiéndose así en el corredor más grande de la música vallenata, por eso no es yuca, es pura malanga y dominico. 
Desde Becerril hasta Hato nuevo están todas las dinastías musicales y nueve reyes vallenatos más los genios de la música tales como : “chico” Bolaño, Luis Enrique Martínez, Juan Muñoz el as de la puya, el merenguero Juan Manuel Muegues, Emiliano Zuleta Baquero, Toño Salas, el poeta ciego de la canción: Leandro Díaz, el cantor de Fonseca, Carlos Huertas y una lista grande de compositores nueva generación, el maestro de maestros Andrés el Turco Gil, El rey de la colitas, Antonio Amaya, el primer técnico de acordeón que tuvimos, Buenaventura Rodríguez. La lista es tan larga que no alcanzaríamos a enumerarlos.
En Hato nuevo con el abrazo de las dos cordilleras se hace una curva formando una herradura y por todo el borde de la Sierra Nevada están el genio Francisco “El hombre” Juancho Rois, los tres ‘Rey de reyes’ Vallenatos: Colacho, El Cocha y Hugo. 
Está el Cacique de la Junta Diomedes Díaz, las monedas de oro de Patillal en la composición, más los cuatro genios, Don Toba, Escalona, Calixto, Tavo y la dinastía Granados a bordo. 
La base de esta herradura la conforman La Loma, El Paso, Chiriguaná, El Difícil, Pivijay, y Chimichagua. Nido de juglares, con siete reyes vallenatos.

Por: Rosendo Romero O.

sábado, 3 de agosto de 2013

PONCHO ZULETA Y EL MILAGRO DEL OLD PARR

Por: Julio Oñate Martínez 
Cuando los irlandeses comenzaron en el siglo XII, a conocer las propiedades del Whisky llamándolo “agua de vida”, no imaginaron que la fuerza vital del precioso liquido le daría también bondades que algunos hemos llegado a considerar milagrosas.
Son conocidos mundialmente los beneficios que en el sistema cardiovascular produce el paladear diariamente un trago de buen vvhisky, pero muchos bebedores empedernidos al volarse la escuadra terminan casi siempre mostrando la cara adversa del saludable habito referido. Hace algunos años fue testigo de uno de los milagros de Old Parr.
Se moría el mes de enero de 75, anunciando la fiesta del algodón el 2 de febrero, en Cereté, Córdoba, la tierra del oro blanco. Los cereteanos apostatando del porro y el fandango reemplazaban los viejos discos de La banda bajera de San Pelayo por los flamantes Lps de los hermanos Zuleta que al grabar el paseo La polaca, del compositor lugareño Silvio Durango se robaron el corazón del pueblo que deliraba por verlos debutar en el patio sinuano.
El día señalado al filo del mediodía llegó el Copetran con la legión Zuletera a la residencia campestre, que don Oto Jiménez tenían en cercanías del pueblo. El espectáculo casetero arrancaba a las 8:00 p.m. y la puntualidad aún no desaparecía en los itinerarios de nuestras estrellas del canto vallenato.
La recepción parrandera que ofrecía el anfitrión se traumatizaba al enterarse los presentes que “El Poncho” no podría cantar esa noche, ya que éste llego con una severa afección bronquial y la amígdalas jugando de bola a bola por la inflamación, casi sin poder articular palabra y de ñapa medio delirando por la fiebre.
Consciente del compromiso que tenía por delante y dejándose llevar por instinto de su hiperactividad etílica, Tomas Alfonso pidió un trago doble de aguardiente con limón y sal que le zarandeó hasta el tuétano. Eran las 5:00 pm y después de haber despachado un par de piponas de antioqueño, Zuleta no experimentaba ninguna mejoría, pero si aumentaba el desconsuelo en el pueblo, donde la noticia hacia tambalear hasta la coronación de la soberana algodonera.
Oswaldo Esquivia “Baquique”, siempre recursivo y oportuno, mandó llamar a un medico recién llegado de la ibérica Universidad de Madrid, ilustre hijo de Cereté y conocido popularmente como “El Pollo Cevallos” quien fue recibido con un estruendoso aplauso digno del héroe salvador de la fiesta.
Después de auscultar cuidadosamente al paciente con un fonendoscopio español, sacó de su reluciente maletín de cuero también español un sobre de penetro, éste si colombiano y una botella de Old Parr, un whisky algo exótico en la época y con la seriedad propia del ecuánime galeno le sentencio al cantante: “El penetro refresca y el Old Parr es vasodilatador”.
Cuatro petacazos del escocés incluido el penetro bastaron para que la crisis bronquiobucofaringepulmonar de Poncho fuera arrumada y traducida en versos improvisados al eminente y capacitado discípulo de Hipócrates.
Tras una hora de intenso tratamiento, ya Zuleta cantaba deslumbrado a los contertulios al poder alcanzar sus registros altos de kikiriki gigante, difícil tarea para cualquier vocalista, pero que él realiza sin mayor esfuerzo con su garganta de acero, lo de pulmón le vino después. Era un verdadero milagro, gracias a esa perfecta combinación de ciencia medica e ingeniería etílica potenciada en la salvaje anatomía del hijo de Carmen Díaz, que pese al trajín y a los años sigue siendo una de las más cimeras figuras del canto vallenato.
La maravillosa formula del Doctor Cevallos tendrá necesariamente el reconocimiento de la parentela de don Tomas Parr, que allá en la lejana Escocia ignora por completo que en Cereté (Colombia) Jorge Negrete Abdala, nieto de María Abdala, la misma de la novela de Juan Gossain, es presidente honorario de la SADO, Sociedad de amigos del Old Parr, milagroso licor cuyo consumo es hoy tan habitual entre ellos como el del ñame y el suero.
Por su parte, Zuleta sigue fiel a los postulados del pollo y me consta que con ánimo buena fe siempre recomienda la milagrosa fórmula, para tratar desde la picada de culebra hasta migrañas, hernias y fracturas en el pie y asegura que ésta nunca le ha fallado a la hora de conseguir un sobregiro, tirar un varillazo o que le condonen una deuda bien añeja. El día que tengamos Grammy latino para los bebedores no creo que haya alguien capaz de bajarle a Poncho Zuleta el preciado gramófono.



lunes, 15 de julio de 2013

HISTORIA DE LOS EXITOS DEL VALLENATO

Rosendo Romero ese día viernes acababa de plasmar en un casete en blanco y pirata su última inspiración que le había llegado desde más allá de las estrellas. Sin pensarlo dos veces tomó el casete y le pidió a un amigo que ya que iba de Villanueva para Valledupar, le hiciera el favor de llegar a La Paz y le dejara esa grabación de paso al cantor Jorge Oñate, y le dijera que se lo enviaba Rosendo, el hermano de Israel, el del Binomio.

Pero el amigo de Rosendo antes de emprender su viaje se le dio por chismosear qué había grabado Rosendo allí sin pedirle permiso a nadie, y luego de escuchar la poesía vuelta canción optó por olvidar el pedido del Poeta de Villanueva y pasó de largo por La Paz derechito a donde vivía quien se estaba abriendo camino en este mundo turbulento del vallenato, el cantor Diomedes Díaz en Valledupar y se lo entregó. ¿El nombre de la canción? ¡Fantasía!


A Jorge Oñate le han sucedido cosas curiosas. A parte de lo de “Fantasía”, Iván Ovalle, el laureado compositor y regular abogado le entregó una canción que a Oñate al escucharla no le produjo ni frío ni calor, y Ovalle celebraba por anticipado su segura inclusión en “El Folclor se viste de Gala”, producción de Oñate de comienzos de un año incierto.

Salió el disco y no vino nada. Qué vaina! Ovalle desilusionado encontró a un grupo en Barranquilla que quería regalar algo bueno en su primera grabación y le entregó sin grandes expectativas la canción rechazada por Oñate a los Muchachos: “Volver a la ternura”.


Pero no todo ha sido de esas características para “El Ruiseñor del Cesar”. Fue quien primero creyó en el talento del arquitecto Luis Aniceto Egurrola Hinojosa, cuando por medio de su hermana, la Reina María Teresa, escuchó “Una aventura más”, canción que grabó sin tantas vueltas para no repetir la experiencia amarga de “Volver a la ternura” y le resultó.


Además fue Oñate quien animó al maestro Armando Zabaleta para que le compusiera una canción sentida a Freddy Molina, compositor y amigo de ambos y quien acababa de fallecer. Con la inspiración sublime del maestro Zabaleta Guevara y el canto sentimental de Oñate González pasó a la posteridad “No voy a Patillal”. El afamado compositor, excelente ser humano, e insuperable amigo de sus amigos, Gustavo Gutiérrez Cabello, hizo algo que nunca había hecho: Pedir el favor de que le grabaran una canción. Pero lo hizo.

Le pidió el favor a su amigo del alma, el cantante Rafael Orozco, que incluyera en su disco “Internacional” una canción que le había salido de sus entrañas. Rafa la escuchó y le respondió al compositor que le había gustado pero que le cambiara la letra. Gutiérrez se negó. Se la cantó a Oñate y ni fú ni fá. ‘Beto’ Villa, acordeonero excelso y un caballero en toda la extensión de la palabra, acababa de formalizar su unión con el cantante Poncho Zuleta y quería hacer una grabación que quedara enmarcada con ribetes dorados en la historia vallenata. Escuchó el tema y le impactó. Luego se lo mostró a Poncho y “El Pulmón de Oro” se emocionó tanto que grabó “Mi niño se creció” con una entrega, sentimiento y profesionalismo digna de admiración que se siente cuando se le escucha.



A Marciano Martínez le pasó algo similar. Se encontró con “El Cantor Triunfante” y le cantó algo que acababa de salirle del horno. ‘Beto’ Zabaleta le dijo que no, que eso era muy llorón y se negó a grabarla. Marciano que no pierde la compostura ante ninguna adversidad, guardó su prenda preciada esperando una oportunidad, y se le presentó vestida de Diomedes Díaz cuando éste le reclamó en broma que si era que no pensaba darle nada para “Título de Amor”. Ahí se acordó Marciano de la canción rechazada por Zabaleta y Diomedes encantado la grabó: “Amarte más no pude”.


En cambio, antes de morir, ‘Juancho’ Rois le entregó un tema a Los Betos quienes lo estaban ‘pisteando’ en la sala de grabación cuando se produjo el deceso de Rois. Diomedes se enteró y amenazó a Sony de que si Los Betos incluían ese tema en su producción se acababa el mundo. Como era la época en que “El Cacique” era el ‘Niño Consentido’ de Sony, Los Betos sacaron el tema de su disco y “No Comprendo” fue grabada por Diomedes.


Adaníes Díaz el cantante riohachero que acompañaba a Héctor Zuleta, parrandeaba con Marciano Martínez en Maicao y ambos cantaban ‘Juana’ canción de Marciano grabada por Adaníes y Héctor. Como se aproximaba el turno de grabar nuevamente de este grupo, Marciano le cantó una composición inédita. Adaníes se emocionó y dijo: “Esa va, compadrito”. Pero al compositor no le gustó cómo Adaníes interpretaba su obra.

Tiempo después Diomedes le dijo que por qué carajos no le había dado nada, que él comenzaba a grabar. Diomedes lo invitó a Valledupar y Marciano cantó. Diomedes hizo lo mismo y le explicó que lo que acababa de cantar era un agradecimiento por tanto honor inmerecido de los amantes del vallenato para con él.

Diomedes grabó los temas cantados a capella ese día por los dos: Para mi fanaticada y La Juntera. Al año siguiente Diomedes se quedó esperando una canción que su amigo del alma, Marciano, le prometió que sería el éxito de “Con Mucho Estilo”.

Esa canción nunca llegó a las manos de Diomedes por culpa de un hermano de Marciano. El compositor que es una persona seria y correcta, sí le había enviado a Diomedes el casete prometido con su hermano, pero éste había escuchado el tema y se dijo que no era digno de ser grabado por El Cacique de la Junta, que la canción “era mala” y optó sin el permiso de Marciano por entregárselo al primer grupo que encontrara en el camino. Fue así como se encontró con Chiche Martínez y Miguel Herrera y les entregó el casete que era para Diomedes y contenía una bomba musical: ”Venceremos”.


Camilo Namén siempre quiso que su compadre Poncho Zuleta le grabara un merengue que le estaba dando vueltas en la cabeza. Siempre que se encontraban Poncho le prometía a Namén que le enviaría a Iván Zuleta a su casa para que lo grabara, e Iván nunca fue enviado por Poncho a donde Camilo.

En una buena parranda Camilo le cantó su merengue sabroso a Iván Villazón quien lo grabó inmediatamente e hizo de “El Pechiche” un éxito insuperable.