Corría el año 1980 Pivijay (Mag) celebraba sus fiestas de mayo y los hermanos Zuleta amenizaban el evento con parranda larga en la Hacienda Santana de Don Alfonso Severini, quien junto a varios amigos de farra le obsequiaron a Poncho varias novillas blancas, escogidas, y una docena de finos carneros “peliguey” , rojo cerezo que él necesitaba para iniciar la cría allá en su finca “Mi salvación”. El traslado se realizaría en la F-350 que Zuleta cargaba para esos menesteres, la cual era patronada por su compadre Wicho Sánchez, en la época, el cencerrista de la agrupación.
Sánchez estaba feliz, pues en el viaje de semovientes se incluyeron cuatro carneras de esas pestaña larga y ojos claros que a él también le habían obsequiado sus admiradores pivijayeros, convencido que en Valledupar les sacaría un buen billete si lograba negociarlas con el Doctor Alfonso Araujo Cotes, líder en Colombia de la importación y cría de cabras y terneros de alto rango. Todo quedo arreglado y sobre el mediodía arrancó Sánchez con la 350 full de cuadrúpedos. Después de pasar fundación se le reventó la correa del ventilador al vehículo y tras conseguirla y cambiarla se lo cogió la nochecita llegando a Caracolicito. Allí se enteró Wicho sobre la prohibición en todo el territorio nacional de transportar ganado después de las 6 de la tarde. Los chirrincheros se la montaron y él sin viáticos para transar, puesto que Zuleta no le dio ni cinco para el viaje, logró sobornar a los celosos defensores de la ley con uno de los carneros de Poncho y así poder continuar el recorrido.
En El Copey estuvo a punto de ser encalabozado por transgredir una ley de la república, pues el cabo de la policía no comía de cuento y ya eran las 7 p.m. Y los celulares aún no repicaban por aquí y ante la imposibilidad de comunicarse con el patrón, y le tocó pagar la multa con otro de los carneros de sangre azul y poder nuevamente coger carretera.
Bosconia es un crucero de ganado en todas direcciones y el comandante del destacamento policivo de allí, era Master en el tráfico de vacunos y además de extrema rigidez para aplicar sin contemplaciones la ley vigente. El vehículo fue inmovilizado y Sánchez tendría que esperar el otro día para continuar su destino. Pero él en Bosconia se movía como pez en el agua por ser el sitio de abastecimiento de la finca y en un granero conocido consiguió a crédito un garrafón de aguardiente y una vez percatado que el teniente del puesto se retiró a descansar, le cayó a los dos guardias de turno, zuletistas de cuerpo entero y a punta de trago los fue debilitando hasta conseguir después de bajar un par de los encopetados caprinos, uno para ellos y otro para suavizar al rígido oficial escabullirse en la oscuridad y en la hoja llegar a pueblo nuevo con su preciado cargamento. “Mi salvación” ya estaba cerca, pero en este sitio festejaban los policías de allí el cumpleaños de un compañero, estaban medio pasmados y hambrientos y Wicho ya en tres quince no vaciló en degollar otro de los nobles carneros de Zuleta y más tarde con las claras del día después de engullirse un suculento guiso con el corazón satisfecho por el deber cumplido llegó a la finca con aire triunfalista informándole a Joaquín Rodríguez el administrador todos los percances y victorias del azaroso viaje.
Con las mismas Sánchez arrancó para Valledupar donde podría asegurar sus pestañonas antes de que Poncho se enterara del ovino descalabro sufrido a manos de los depredadores de la ruta y lo dejara sin hacha, calabaza y miel. Una de las carneras acababa de entrar en calor y el más alborotado de los sobrevivientes al momento de la arrancada pegó un brinco de alto vuelo y cayó en la 350 solo percatándose de esto cuando llegó a Los corazones, donde traspuso la mercancía. Posteriormente dejó el camioncito y la llave donde “el toca” lugar teniente de Zuleta en la época y se perdió en la manigua de garupal.
Solo seis de los doce aristocráticos peligueyes que salieron de Pivijay llegaron a mi salvación. Zuleta enfurecido hasta recompensa ofreció a quien le llevara amarrao a Sánchez para darle su palera y quitarle los animales, pero nunca pudieron encontrarlo. El tiempo que todo lo suaviza fue pasando y cualquier día ambos borrachos y amanecidos se tropezaron en una bebeta donde “Pindengue” y entre requiebro y abrazos y un beber y un beber evidenciaron que entre parranderos la amistad está en primer plano y además es bien sabido por todos que los burros en la sabana se buscan para rascarse y los avispaos de fama se buscan para asociarse.
Julio Oñate Martínez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario