sábado, 21 de septiembre de 2013

ALICIA ADORADA



 Años después de la frustrada presentación de Juancho Polo en el Festival de la Leyenda Vallenata en 1972, en el que no alcanzó a llegar a la final, pude  constatar que este legendario acordeonero y compositor, se inscribió nuevamente  en 1975 ante  la oficina de Turismo del Cesar, entidad que en aquel entonces organizaba el Festival Vallenato, para participar como acordeonero profesional  el 28 de abril de ese año,  en la Plaza Alfonso López, pero como no podía  llegar en esa fecha, sino al día siguiente, les comunicó a los organizadores  por medio de un telegrama: “Imposible viajar, sigo esa" Juancho  Polo.

Esta lacónica comunicación me motivó a indagar lo relacionado con la  personalidad y los aspectos de la vida de este humilde hombre que con su  vivaz  inteligencia compuso canciones en las que no sólo narraba lo que le  acontecía a través de asombrosas melodías sino que nos  transporta al  escucharlas a un mundo  más allá de lo material.

No fue fácil penetrar en ese universo fantástico de este músico por la  poca información que se tiene recopilada y por su personalidad uraña que  hacían  difícil conocer sobre sus asuntos.

Por tal razón tomé la decisión de viajar a Flores de María, hoy día  corregimiento del municipio de San Ángel (Magdalena) donde Juancho fue llevado  por sus padres pocos días después de su nacimiento en 1918 en Concordia  (Magdalena).  Ellos, buscando tierras nuevas para cultivos, se trasladaron  a esa rica región conocida en aquel entonces como La Montaña.

Su nombre de pila era Juan Manuel Polo Cervantes, pero ya mayor le  decían Valencia por ser seguidor insigne del poeta payanés Guillermo León  Valencia.

En Flores, después de indagar, pude constatar que Juancho hijo único,  contrario a lo que siempre se ha dicho, aprendió a leer y escribir allí,   con las maestras Ana Cabas, Josefa Valera y Anaul Moreno.

Es inaudito afirmar que un hombre iletrado sea capaz de componer una canción  como "Mujer de adorado pelo" cuyo verso inicial dice:

Mujer de adorado pelo/Y de sonrisa de Aurora/Dime si el sol te enamora/Para  bajártelo del cielo.


El que era un niño introvertido aprendió a tocar sólo el acordeón, así  poco a poco fue conociendo los vericuetos del  instrumento que años  después sería su único compañero en las buenas y en las malas.

Pronto armó su conjunto e inició presentaciones en las fiestas patronales. Con el acordeón le llegaron sus composiciones que se caracterizan  por  un estilo propio, algunas de contenido relevantes, otras compuestas de acuerdo a su estado anímico y al grado de beodez en que se  encontraba.

En el ocaso de su vida se caracterizó por encrucijadas emocionales   generadas por parrandas interminables y francachelas las que  labraron en él una situación personal difícil afectando  su endeble físico  y mancillando además su reputación por las continuas trifulcas que  constantemente creaba,  propia de su dependencia alcohólica y del ambiente que frecuentaba.

Este recorrido tortuoso de senderos enredados en busca de la calma, se  acentúo con la muerte de su esposa Alicia Cantillo cuyo deceso le produjo un   dolor profundo el cual plasmó en una de las más bella canciones  vallenatas "Alicia adorada", grabada como un lamento por Alejo Durán,  en dónde conjuga impotencia, angustia, sufrimiento y la nostalgia que inmisericordemente lo laceraba.

Después de este duro golpe nunca se levantó, ya no tenía una razón para  vivir, era  imposible soportar esa pena, ella era su sol radiante no una  nube pasajera más, esta pena le desbordó el alma y lo aniquiló.

"Como Dios en la tierra no tiene amigos /Como  no tiene amigos  anda en el aire /Tanto le pido y le pido ay hombe y siempre me manda mis  males /Se murió mi compañera que tristeza /Alicia mi compañera que dolor /Y  solamente a Valencia, ay hombre /el guayabo le dejó"



Por Ricardo  Gutiérrez

viernes, 20 de septiembre de 2013

EL HOMBRE QUE HIZO LLOVER PLATA


Fernando Navarro Navarro es recordado por lanzar, desde una avioneta, dinero en una corraleja.

Fernando Navarro Navarro desconocía la historia que dio origen al libro  El hombre que hizo llover coca, pero, cuando le contamos, dejó escapar una leve sonrisa y, apretando los dientes, aseguró: "Aunque no fue coca, yo lo hice primero". 
Sentado en una mecedora, en la sala de su casa del barrio Manizales, de San Pedro (Sucre), este hombre, nacido hace 71 años, es el más recordado por estos días en la vecina población de Sincé, su tierra natal.
El mayor de tres hermanos, hijo de Miguel -soldador de Ecopetrol en Barrancabermeja- y Ena, cierra los ojos y traslada su mente a 1974, una década después de haberse iniciado en San Pedro como algodonero, en medio de la bonanza que después llenó de trabajo y prosperidad a ese municipio sucreño. 
 "Me iba bien. Llegué a tener 350 hectáreas sembradas y a contratar hasta 1.000 personas para recoger la mota. En mi campamento, en la algodonera Niza, había de todo, y logré sacar 765 toneladas en un año.
No eran mis tierras, eran arrendadas, pero el negocio marchaba firme. Entonces, quise cumplir mi manda (promesa) a la Virgen del Socorro, patrona de Sincé, de regalar una tarde de toros si me iba bien". 
El domingo 22 de septiembre de 1974 le fue entregada la tarde de toros, la quinta de seis, a 'Don Fernando', apodado el 'Triple' porque había sido presidente del Comité Algodonero local, del club de Leones y del Directorio Liberal municipal.
"Quince días antes me fui a Cereté (Córdoba) y compré 40 toros criollos y de media casta por 400 mil pesos, 30 cajas de whisky, 50 cajas de ron Tres Esquinas, cigarrillos y mandé a estampar 300 camisetas blancas con letras verdes y el nombre de mi finca: Hacienda Las Palmas".
Recuerdos de una promesa
Observa una foto suya de 1972, montado en su 'John Fu', nieto de 'Don Danilo', el caballo más famoso que ha existido en Colombia que, asegura, era de los Ochoa de Medellín. Una semana después, mientras tomaba un tinto de madrugada, se le ocurrió ponerle nombre a la tarde que proyectaba: 'La corrida del recuerdo', porque sería algo fuera de lo común. 
Se subió a su camioneta International y fue a un banco de Sincelejo a cambiar 10 mil pesos en efectivo por billetes de un peso. En cinco bolsas de manila se llevó el dinero, todo nuevo, de regreso a San Pedro.
Antes, en la capital sucreña, se detuvo en una imprenta y mandó a elaborar unas tarjetas de invitación para la recepción previa a la corrida, en la finca de Eugenio Felipe Merlano, amigo suyo, miembro del Partido Conservador y presidente de la junta organizadora de las fiestas.
Y esperó a que le entregaran un sello que aún conserva: 'Fernando Navarro Navarro, Sincé, septiembre 22-74'.  Durante varios días, en su habitación, acompañado de su esposa, Nelsy Álvarez y de un círculo de amigos cercanos, sellaron los billetes sobre la imagen de Simón Bolívar. 
"El día antes de la corrida, el sábado, bien temprano -dice-, me fui hasta la pista y hablé con dos capitanes amigos, Jaime Garzón y Carlos Anaya, que pilotaban avionetas de fumigación. Les conté mi plan y me hicieron el favor sin cobrarme un peso.
Esos 10 mil pesos ahora serían unos 20 millones". 
Navarro no se arrepiente
Ese 22 de septiembre, el algodonero se levantó una hora antes de lo habitual, a las cuatro de la mañana, en Sincé, donde permanecía desde el comienzo de las fiestas.
Quería supervisar los preparativos. Una hora más tarde, un bus contratado, con la Banda 8 de Septiembre tocando a pleno pulmón en su interior, despertó al pueblo y prolongó la parranda para aquellos que no habían ido a dormir.
El ron corría. El locutor Juan Severiche, contratado por mil pesos para que relatara por Transmisora Sucre  de RCN 'la corrida del recuerdo', narró esa madrugada.
No lo pudo hacer en la recepción para 200 personas de esa mañana, pero desde primera hora de la tarde estaba al aire en la corraleja, armada en la plaza principal. 
 "Me ubiqué en un palco -recuerda Navarro-. En el primer piso, como con 200 personas, entre ellas mi esposa y tres hijos, además de mis amigos cercanos e invitados especiales, como Arturo Cumplido, famoso ganadero de la época. La corraleja estaba llena, con unas 8.000 personas en los tres pisos.
Yo me tomaba mis tragos de whisky, pero de manera moderada, porque quería ver divertirse a la gente". 
En la arena se lucían célebres toreros de la región: el 'Loco' Ramos, el 'Cuarto bate' y el 'Negro' Rocha. Los manteros hacían de las suyas y los jóvenes se lanzaban al ruedo para impresionar a las muchachas. La música sabanera se escuchaba en todos los rincones del pueblo, en especial el porro Fernando Navarro, de autoría del maestro Demetrio Guarín.
Como a las 3 de la tarde, de manera sorpresiva, dos avionetas volaron a ras de la corraleja y lanzaron los billetes: la plaza quedó alfombrada, los aficionados se lanzaron a recogerlos y un toro casi mata a un joven de Betulia, de apellido Cantero.
No habían terminado de recoger los billetes, cuando, nuevamente, aparecieron las avionetas y arrojaron una nueva tanda. La lluvia, que el músico 'Chico' Cervantes consideró arriesgada en la transmisión radial, se repitió varias veces.
Navarro no se arrepiente, aunque asegura que no lo haría otra vez. Muestra un recibo de gas que le llegó por casi 40 mil pesos, mientras va al patio de la casa, donde viven 20 pájaros, 17 morrocoyos, 2 guacharacas, 2 cotorras y 2 patos.
"Soy feliz en compañía de mis 12 hijos y 22 nietos", sostiene el hombre que, en 1980, se retiró del algodón, sin dinero por las malas cosechas y la eliminación del estímulo a la exportación en el Gobierno de Alfonso López.
"No es, como dice mucha gente, que yo me quedé sin plata por esa locura. No, fue por la mala política del Gobierno contra los algodoneros -y otra vez cierra los ojos y se transporta a ese 22 de septiembre de 1974-. Así quería yo que mi tarde de toros se recordara, y la recuerdan, aunque no finalizó, porque mis opositores conservadores (los laureanistas), que mandaban en el pueblo, la suspendieron. Regresé con mi familia de inmediato a San Pedro, por la trocha de 22 kilómetros, a dormir. Todavía, en San Pedro y en Sincé, cuando camino, veo que muchas veces me señalan como 'el hombre que hizo llover plata'".

Estéwil Quesada Fernández
Enviado Especial de EL TIEMPO 
San Pedro (Sucre).