Por: Julio Oñate
Cuando a partir de la década del sesenta del siglo anterior la fabrica Honner de Alemania comenzó a fabricar para el mundo los acordeones de tres hileras referenciados como tres coronas, fueron cuatro tonalidades diferentes que nos llegaron para enriquecer la expresión melódica del vallenato, cuyos signos son los siguientes de los tonos bajos a los tonos altos: el cuatro letras, el GCF, el ADG y el Cinco Letras.
En 1970 Emilianito Zuleta organiza su conjunto con la voz de Poncho, su hermano y que después de la primera grabación L.P Mis preferidas seguiría llamándose conjunto de Los Hermanos Zuleta.
En las producciones musicales de los primeros años se presentaban algunas dificultades para Poncho ya que siendo el cinco letras la tonalidad más alta todavía resultaba un poco baja para la tesitura dominada por él y en la grabación de algunos temas no quedaba realmente satisfecho con el logro obtenido. Esto era una preocupación constante para Emilianito, quien por allá en 1975 compartía inquietudes al respecto con Lucho Campillo (el viejo) su técnico de acordeones en esa época. Después de algún tiempo dándole vueltas al asunto Emilianito le hizo el siguiente planteamiento: si al cinco letras le suprimimos la hilera de afuera y trasladamos la del centro hacia afuera y la de adentro la rodamos al medio, podríamos fabricar una hilera adicional para el espacio vacio, pero que se ajuste al ordenamiento de las escalas que quedan y así tendríamos un acordeón mas alto que el original.
Fue este el genial chispazo que les indicó el camino a seguir, pero de dónde diablos iban a sacar las liras (pitos) requeridas y las planchitas que las soportan si las del cinco letras eran las más pequeñas que venían de fábrica; el tema estaba planteado, faltaba entonces encontrar la solución. Era la época en que Emilianito residía en Bogotá en el edificio Torres de Fenicia de la 5ª con diecinueve, alternando su trabajo en la Corporación del Turismo con el ajetreo musical. Diagonal, al lado del hotel Niágara, funcionaba el taller de don Prospero Rodríguez un componedor de pianos y acordeones de teclas que en algunas ocasiones le colaboraba a Emilianito cambiándole pitos dañados de sus acordeones, quien tenía en su cuarto de San Alejo un arrume de planchitas de los instrumentos que reparaba y allí encontró Mile lo que podría necesitar trayéndose un saco de material para Valledupar para que Campillo fuera craneándose y elaborando la tan necesaria hilera. Con los pitos, la cosa era más sencilla pues de los más grandes y gruesos, cortándolos y quitándoles espesor a punta de lima se obtienen los más finos y delgados que la gente de Mathias Honner no fabrica. Campillo hizo lo suyo y así nació el acordeón colibrí o cinco letras alzao (Re sostenido, Sol sostenido, Do sostenido) el primer modelo fruto del ingenio vallenato que rompía con la tradición alemana. El bautizo de colibrí al nuevo acordeón se lo dio Campillo en alusión a la más diminuta de las aves que sin duda debe ser la del más fino trino.
Cuando los Zuleta grabaron el paseo “Olvídame” de Leandro Diaz el colibrí dejó escuchar sus agudos registros en la caseta Broadway de Valledupar donde esa noche coincidieron entre los noveleros que arreglaban acordeones Emilio Oviedo, Miguelito Ahumada, Javier García, José Luis Sierra y el maestro Ovidio Granados para ver y oir el nuevo acordeón que iría a revolucionar los conceptos existentes sobre la técnica de componer y modificar un tres coronas, ya que la gran mayoría de los músicos insistía al escuchar el disco que ese acordeón no existía y que el sonido exótico y altivo que producía era efecto de un computador o alguna otra triquiñuela electrónica.
Posteriormente Lucho Campillo invento el acordeón Similá y se alzaron los originales GCF y ADG iniciándose una verdadera revolución en la modificación de los acordeones que ha maravillado los patrones europeos quienes están en mora de reconocerle a Emilianito Zuleta y a Lucho Campillo los méritos como precursores en la fabricación de acordeones con tonalidades que los europeos no han podido igualar.
sábado, 25 de mayo de 2013
LAS PRIMERAS ANDANZAS DE COLACHO EN VALLEDUPAR
El mercado público de nuestros pueblos provincianos era el sitio preferido por los músicos que llegaban de paso o para quedarse siempre pendientes de algún rebusque con los viajeros, comerciantes, finqueros o bebedores amanecios, que allí se congregaban con el fin de resolver cualquier necesidad. Fue en el viejo mercado de Valledupar donde una tarde decembrina del año 1954, el Yio Pavajeau y Jaime Molina, descubrieron a Colacho Mendoza cervezeando con un par de paisanos y tocando solo con un viejo acordeón de aquellos de dos hileras llamados guacamayos. Se quedaron allí noveleriando y entusiasmados por la nota alegre y precisa que desgranaba el joven y desconocido acordeonero. Se asociaron con los bebedores y después de mandar algunas tandas de cerveza Nevada cuadraron un encuentro para el día siguiente en la residencia de Norberto Baute donde Lucho Castilla, un acordeonero local amenizaba una colita. Un verdadero y cordial mano a mano sostuvieron los dos músicos generando muchos elogios y efusivos abrazos. Este encuentro con el Yio Pavajeau fue determinante para que Colacho cambiara el escenario y dejara el rebusque en el mercado para entonces entrar airoso a la plaza Alfonso López y ser presentado y aceptado ante la sociedad vallenata, que en ese entonces miraba con recelo a los músicos de acordeón. La sencillez y calidad de Colacho se ganaron el aprecio y admiración del Dr. Roberto Pavajeau quien veía con agrado el nuevo compañero de su hijo Armando “el yio”; fue una amistad muy bonita, siempre andaban juntos y este después de enseñarlo a manejar en su campero Willis, Colacho comenzó a trabajar para la familia Pavajeau Molina. Él era el encargado de traer de la finca Jericó, cerca a Valledupar los cuatro calambucos de leche que diariamente dejaba el ordeño. En ocasiones en que el parrandeaba con amigos diferentes Doña Rita, la señora madre de los hermanos Pavajeau siempre le enviaba la razón que no se olvidara de buscar la leche por la mañanita. Colacho jamás le falló, pues en la madrugada se iba con quien estuviera bebiendo hasta Jericó y al son del acordeón muy temprano se presentaba con la leche. La responsabilidad fue una de sus grandes virtudes. Su biógrafo, el incansable y acucioso investigador Jaime Maestre Aponte nos ubica a Colacho llegando a Valledupar en el 53 como huésped de su amigo y colega Víctor Camarillo. Viajaba desde La Jagua del Pilar en el bus “La villanuevera” de Abel Darío y desde muy temprano se dedicaba a vender lotería en el sector del mercado para regresar por la tarde por el mismo conducto, diariamente iba y venía, así duro algun tiempo, hasta ser descubierto por los Pavajeau quienes lo relacionaron con el maestro Escalona y de la mano de este inicio el recorrido victorioso a través de nuestra historia musical que hoy lo registra con el nobilísimo titulo de primer Rey de Reyes del folclor vallenato.
Por: Julio Oñate Martínez
Por: Julio Oñate Martínez
DE OFICINA EN OFICINA
Si Agustina es mala paga A mí me tiene que pagá Porque la voy a demandá y la llevo A la oficina de la Jagua… Esta fue la clara advertencia hecha por el acordeonero Juan Manuel Muegue, cuando su parienta Agustina Muegue, mejor conocida como Agustinita le salió con unas largas y otras cortas a la hora de cancelarle un toque en la fiesta de la Jagua del Pilar. En los pequeños pueblos de antes, la oficina desde donde despachaba el Inspector de Policía era el recurso que a la mano tenían los provincianos para atesarle las clavijas a los pícaros y a los atrevidos gavilanes que se llevaban a las palomas volantonas o también a aquellos audaces glotones y bebedores que de cualquier patio se robaban la olla del sancocho armando una gresca en la puerta de la casa para así distraer a los contertulios. En términos generales la oficina era la máxima autoridad en la época encargada de imponer el orden ante cualquier anomalía cotidiana. No dejaba de ser vergonzoso que alguien fuera llevado a la oficina por leve que fuera la falta. Estas amonestaciones tenían carácter público ya que el afectado armaba siempre su alharaca y ni el maestro Rafa Escalona se salvó de ellas cuando fue demandado en La Paz por el señor Sabas Torres a quien lesionó en su amor propio comparándolo con un jerre jerre en su ingeniosa canción un animal nada simpático: Primera vez en la vida Que a Escalona le sucede Lo llevan a la oficina Por culpa de un jerre jerre Recursivo y excelso en el verso narrativo Escalona demandado se presentó en la oficina utilizando el canto como defensa: Aquí vengo señor juez A cumplirle con su cita Y que culpa tengo yo Que se parezca a Sabita Ser llevado a la oficina muchas veces tenía graves implicaciones de orden económico ya que de acuerdo al carácter de la falta así se aplicaba la multa. Fue el caso del viejo Emiliano Zuleta cuando abandonó a la Pule con su hijo pequeño, para casarse entonces con Carmen Díaz. Así lo expresó en el merengue La Pule: Me le dice a mi familia Que estoy pasando trabajo Que Pule tiene a Emiliano De oficina en oficina Afortunadamente para Mile aún no funcionaba el bienestar familiar y la paternidad responsable no tenía el peso de hoy. En la cruenta piquería sostenida entre Luís Enrique Martínez y Abel Antonio Villa, como respuesta al merengue El Zorro Vallenato con el cual Abelito lo fustigaba, Luís Enrique le respondió con el paseo La Gallina del cual tomamos esta muestra: Abel Antonio a mi me trata de zorro Oigan amigos pero el será la gallina Oigan muchachos cuando me lo encuentre solo Para salvarse tendrá que buscá oficina La oficina simbolizaba la oficialidad y El Pollo Vallenato era consiente de ello puesto que esta no solo sancionaba, sino también brindaba protección como en este caso. Hoy las cosas han cambiado y la oficina de la vieja provincia ha quedado relegada a las inspecciones de policía. Anteriormente el inspector era el encargado de llevar el control de la justicia en este sitio de mucho respeto donde el peso de la ley se le aplicaba a cualquier infractor, pero con el crecimiento y desarrollo de los pueblos esta perdió importancia ante la burocracia y tanto servidor público y hoy son los abogados los personajes de moda, pero quizá no han llegado a tener la trascendencia de los viejos inspectores de antaño. Por: Julio Oñate M.
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