domingo, 25 de julio de 2010

LO VALLENATO Y EL VALLENATO

Por: Jaime García Chadid

Hace ratos me inquieta establecer límites por lo menos aproximados entre dos conceptos que percibo diferentes: lo vallenato y el vallenato.

Voy a tratar de explicarme haciendo una advertencia previa y es que cuando me referiré a lo vallenato lo haré con ciertas orientaciones de tiempo y espacio, salvedades estas que pueden restringir pero también llevar más allá y por ello no me puedo limitar únicamente a lo musical, pero admitiendo que es referente principal.

Mi punto de partida fue la pregunta que me hice y de la cual derivaron varias inquietudes. Esta fue: ¿Por qué si el Festival Vallenato privilegia al acordeonero el éxito comercial es de los cantantes? Y esta otra derivada de esas canteras ¿por qué, en general, los reyes vallenatos no tienen mayor éxito comercial?.

Y traté de darme respuestas identificando figuras, situaciones o valores que representen lo uno y lo otro y me dije acogiendo un ícono que me sirviera para contrastar, al mayor de ellos, Rafael Escalona y entonces me di cuenta que el maestro, por ejemplo, nunca usó el sombrero “vueltiao” tal vez por que lo percibía ajeno a “Lo” vallenato, pero este sombrero es indiscutiblemente un símbolo de “el” vallenato. De aquí resultará entonces una teoría y es que “el” vallenato es algo que partiendo de un punto de “lo” vallenato se reforzó con valores exteriores para moldear “el” vallenato y que fue entre otros factores lo que le ayudó a alcanzar las alturas en que hoy anda. Lo vallenato es entonces el sabor local y el vallenato la proyección, modificada, muchas veces distorsionada, y adaptada de esos valores.

Otra cosa: el turismo que arriba a Valledupar en la época del Festival llega movido en gran parte por el espectáculo central que se brinda y que incluye entre otras algo de “lo” vallenato y mucho de “el” vallenato. Es la gente que dos años después recuerda que escuchó cantar a Juan Luis Guerra y a Dandy Yankee pero no sabe cual fue el Rey Vallenato de ese año. Ejemplo de lo primero lo es mi comadre Cármen Fadul y excepción a lo segundo Gabriela Febres Cordero.

Aun más me atrevo a precisar que los verdaderos conocedores y amantes de “lo” vallenato son minoría. Esos saben que por Valledupar, la ciudad, pasa el Rio Guatapurí y no el Cesar.

Y en lo espacial si que se nota la diferencia, pues el mapa de “lo” vallenato es más o menos preciso incluye por supuesto a Valledupar, Villanueva, San Juan del Cesar y demás poblaciones, pero el de “el” vallenato desborda las fronteras nacionales y toca a Monterrey en México y Miami (USA) y a cualquier bus de pasajeros en Bogotá o Bucaramanga.

Cuando toco este tema planteo una discusión, un examen pero el punto de partida es ese y pongo de ejemplo de “lo” vallenato a Andrés Becerra y de “el” vallenato a doña Marina Quintero, con su programa de música vallenata en Medellín.

Hay una figura en la que convergen singularmente los dos conceptos pues Consuelo Araujo es imagen cimera de “lo” pero fundadora de “el”. Es núcleo y proyección, pero hay personas que solo son lo primero y otras lo segundo y sí que hay diferencias.
Y para cerrar y trazar líneas claras en lo que quiero significar digo Sony Music es “el” vallenato que no “lo” vallenato. En lo personal me siento ligado en mucho a “lo” vallenato y por eso mis gustos en lo musical son relativamente estrechos y ortodoxos.

Y para cerrar con otro ejemplo. Una parranda vallenata de “lo” es en el patio de la casa o finca, con caja, guacharaca y acordeón y la otra parranda la de “el” es de las del tipo que brindan las empresas que lucran con del Festival, como Old Parr y yo entonces me quedo con el viejo Thomas, pero en mi patio…

domingo, 11 de julio de 2010

EL GARROTE

Por: Julio Oñate Martínez



El garrote musical es una modalidad de “Tumbe” que de forma inmisericorde se practica en algunos grupos de música vallenata y que consiste en el afán de aprovecharse el más poderoso de los más débiles. Casi siempre es el líder del conjunto quien injustamente saca ventaja a la hora de repartir ya que como dice una conocida canción aprendieron a sumar pero no a dividir.
En los inicios de nuestro ajetreo farandulero, los viejos juglares del vallenato repartían equitativamente con sus compañeros el billete que recibían por sus actuaciones, esto nos explica el porqué Alejandro Durán hasta el día de su muerte tuvo a su lado al guacharaquero José Tapia “El trocha”, y por veinte años al niño Arrieta, su mejor cajero.
Igualmente, Luis Enrique Martínez casi por tres décadas fue acompañado por la guitarra de Juan Madrid y veinte años por el cajero Belisario Ariza. Eran otras épocas y el garrote no llegaba siquiera al peso de una varita de totumo.
A partir de los años setenta cuando se consolidaban las agrupaciones vallenatas, el tolete coge forma, aumenta de tamaño y grosor y comienza a hacer estragos entre los músicos de segundo nivel que no obstante ser de primera categoría están, respecto a sus ingresos, muy por debajo del cantante y el acordeonero, salvo algunas aisladas excepciones.
No creo necesario citar aquí nombres propios porque todos conocemos los que son, pues el garroteo tiene ya una numerosa cofradía y sus miembros antes de sentir algo de vergüenza al ser cuestionados por esto, parece que tratarán de competir entre si para alcanzar con sobrados méritos el famoso título de “el garrotero mayor”.
Numerosos episodios ampliamente comentados sobre muy sonados casos de garroteo hoy son recreados en parrandas a manera de chistes que los contertulios festejan incluyendo a los propios damnificados que los divulgan tímidamente por el temor de ser expulsados de la agrupación.
Uno de los más famosos casos de garrote implacable fue el del cantante y acordeonero que amangualados después de actuar en una caseta de pueblo con un lleno total, no le pagaron ni un solo peso a los muchachos del grupo con la excusa que habían tocado donde no era, es decir, se equivocaron de pueblo.
Son comunes los casos en que después de presentarse hasta seis veces en una temporada, solo le cancelan dos toques a los músicos porque supuestamente al empresario no le fue bien con el espectáculo, ojalá y la boletería se hubiera agotado.
El garrote tiene sus varias estrategias que se utilizan de acuerdo a diferentes circunstancias que se presentan. En una pareja de hermanos muy famosos por cierto, le llegaban regalías a una entidad bancaria a uno de ellos que tartamudea al hablar y el otro las reclamaba imitando la gagueadera de su hermano.
Hay casos de garrote acumulado que han llegado a representar cifras millonarias con la consecuente demanda y desintegración de varios conjuntos.
Conozco un tipo de reconocido garrote que ya tiene algo de patológico pues sé de un cantante que el mismo toca el acordeón y después de recibir cuatro millones de pesos por un toque, a la hora de repartir en actitud salomónica se metió dos en cada bolsillo, pero al caer en cuenta que él mismo ejecutaba el fuelle, sacó millón y medio de un bolsillo pasándolo al otro y así quedo tranquilo al saber que el cantante quedó con tres y medio y el acordeonero solo con quinientos mil pesos.
Como van las cosas, el garroteo tiene visos de una verdadera profesión porque el garrotero día a día perfecciona las técnicas de su oficio convirtiéndose en un artista más del folklore vallenato.

ARMANDO ZABALETA Y EL VALLENATO PROTESTA

Por: Julio Oñate

A mediados de los años 60 del siglo anterior un juglar del vallenato presentaba una modalidad de composición orientada a la denuncia social que abrió un importante espacio en nuestro ámbito folklórico. Se trataba del molinero Armando Zabaleta con un flamante L.P grabado con Chema Martínez en el sello Phillips que se identificaba como “Vallenato protesta”.

Zabaleta había encontrado antecedente en este campo con la puya Sánchez Cerro de “Chico” Bolaño donde este fustigaba cáusticamente al entonces presidente del Perú cuando dicho país intentó apropiarse de nuestra amazonia y también en el paseo El Almirante Padilla del maestro Rafa Escalona cuando este prometió festejar con una cumbiamba el día que un submarino coreano hundiera a este barco de la armada Colombiana causante del descalabro económico de su amigo Tite Socarras.

Entre varias canciones del referido L.P. rotuladas como paseo protesta sobresalió La Reforma Agraria que muy duro repiqueteo en Bogotá por la manera como el compositor criticaba mordazmente al Incora por sus desaciertos administrativos aquí en la costa y por las promesas incumplidas a las clases campesinas

Yo no me explico que es lo que está haciendo
La reforma agraria en el Magdalena
Desde que están expropiando terrenos
Y todavía no se ve una parcela
Nos moriremos de viejos
Con la esperanza e’ tenerlas.

Cuando se realizó el primer festival vallenato a raíz de que Luis Enrique Martínez no fue el ganador, Armando compuso el pase El Festival donde cuestionaba duramente a los directivos del Evento.

El festival vallenato se está cayendo
Y con el tiempo lo dejaran de hacer,
Porque aquí para que gane un músico bueno
Tiene que estar de acuerdo con Rafael
Este año Enrique no ganó el premio
Porque Escalona no gusta de el

En una actitud que muchos calificaron atrevida e irrespetuosa ha sido Zabaleta el único colombiano que ha puesto en jaque a nuestro nóbel de literatura al increparlo por su poco o ningún interés por la tierra que lo vio nacer. Observemos una estrofa del paseo Aracataca espera:

Al escritor García Márquez, hay que hacerle saber bien
Que uno la tierra donde nace, es la que debe querer
Y no hacer como hizo el, que su pueblo abandonó
Y está dejando caer, la casa donde nació

El aludido se encontró con el compositor en un festival vallenato y después de un abrazo cordial le confesó: “Armando, la verdad es que me has puesto trabajoso”. Detractores le sobraron, pero fue público el comentario de Consuelo Araujo Noguera aclarando: “la crítica de Armando no es literaria sino desde el punto de vista humano. La verdad es que lo tiene cogido por el cuello”.

En una fricción de tipo profesional entra Alfredo Gutiérrez y Jorge Oñate, armando salio en defensa del jilguero y le disparo a Gutiérrez El Bombillo Quemao donde lo critico por estar pasando de moda, al ser en ese entonces la vedette de vallenato

Zabaleta nunca tuvo pelos en la lengua para criticar y cuestionar situaciones del diario acontecer y fue un notable trovador que aunque en apariencia belicoso sus diferencias con colegas y personajes siempre las llevó al plano musical pues en lo personal fue todo un caballero que supo ganarse el cariño y admiración de sus amigos y compañeros y de todos los que tuvieron la suerte de tratarlo y saborearlo.

Con su muerte el folklor vallenato pierde un gran valuarte.

EL VIVO QUE MATO AL MUERTO Y EL MUERTO QUE MATO AL VIVO

Por: Julio Oñate



Esto que suena tan insólito solamente pudo ocurrir en el Caribe colombiano donde el realismo es mágico y hasta un disparate puede lucir coherente y normal.
El primer caso lo conocí en Santa Marta por allá en los años sesenta de la pasada centuria. En esta ciudad vive un lugareño de nombre Indalecio Rodríguez, transportador de profesión que en esa época se rebuscaba el día a día con un camioncito tres cincuenta llevando y trayendo lo que fuera por todos los pueblos circunvecinos.
Cualquier día fue contratado para traer un cadáver desde Minca un pueblecito de clima cafetero que está incrustado en las estribaciones de la Sierra Nevada. El día era frio y lluvioso y para amortiguar la tensión del viaje de regreso con el ataúd bien asegurado en la carrocería del vehículo, chofer y ayudante se venían pegando sus petacazos del infaltable Ron Caña. La lluvia arreció y con el asfalto mojado al entrar a una cerrada curva y tratar de esquivar un caballo, el carro se salió de la vía y rodó cuneta abajo chocando contra un barranco. La tres cincuenta dio un volantín y el cajón con el cadáver salió por los aires estrellándose contra un puntiagudo tronco seco desbaratándose con el golpe y quedando el pobre difunto incrustado de lado a lado en el tronco.
Indalecio y acompañante solo resultaron con algunas leves contusiones, pero a raíz de este traumático accidente desde ese día los samarios lo bautizaron “Matamuerto” y así se quedó para siempre.
El segundo episodio ocurrió en Chimichagua veinte años mas tarde y no podía ser alguien diferente a Camilo Namén el protagonista.
El célebre compositor aspiraba a la alcaldía de su pueblo y andaba pescando votos a diestra y siniestra. En una finca cercana perdió la vida un labriego al caer aparatosamente de un tractor. En ese momento no había un solo cajón en Chimichagua, y era imperioso entonces traerlo desde El Banco y Camilo ofreció su camioneta Ford de estaca para resolver el impase sabiendo que una obra social de esta índole le permitiría canalizar fácilmente todos los sufragios de los familiares del recién fallecido que eran bien numerosos. Con un par de dolientes cercanos al muerto se fue para El Banco en busca del féretro en medio de una pertinaz llovizna que apretaba y aflojaba de manera transitoria.
Al regresar de este puerto ribereño equipado con el flamante ataúd, alguien en la ruta le pidió un chance a Camilo y éste solícitamente lo recogió pensando en otro voto más, pues estaba en su campaña política para la alcaldía.
La lluvia apretó fuertemente y el fulano del chance ni corto ni perezoso se metió dentro del cajón, huyéndole a una pulmonía. Un poco más adelante Namén recogió un campesino que con un bulto de yuca iba para el pueblo, sumando otro voto más que sin dudas iba para la urna, pues estaba en campaña.
El tipo de la yuca iba un poco escamoso viajando junto al cajón donde el suponía estaba el muerto del tractor ya que la noticia se había regado en toda la zona. La lluvia aflojó y el que venía dentro del féretro sacó la mano para ver si ya escampaba, tropezando la pierna del escamoso, quien pegó un alarido y se tiró del carro en marcha sufriendo mil fracturas y traumatismos severos que le ocasionaron la muerte a pocas horas.
Camilo tuvo que regresar entonces hasta El Banco en procura de otro cajón para el inesperado occiso.
Todo este acontecer le dio visos de ser un verdadero benefactor de sus coterráneos y así con ánimo y buena fe logró llegar felizmente por demanda popular a la Alcaldía de Chimichagua, la tierra del agua, el coroncoro y la piragua.